lunes, 28 de abril de 2014

"EL SER ECOLOGICO" - escrito por Kathy Schütz

El Ser ecológico

El  Ser Ecológico.
 Cuando escucho la palabra “ecológico” lo asocio a algo no contaminado,
sin productos químicos tóxicos, al cuidado del medio ambiente, del aire, del agua, de la naturaleza, a no derrochar, a lo sano, cívico, bueno, en suma a lo natural.
 ¿Sería posible hablar de personas ecológicas? Y con esto no me refiero a personas que cuidan las verduras de un huerto sin utilizar pesticidas, ni tampoco a  personas que reciclan.  Me refiero a lo que yo llamaría, “SER ecológico”.  A personas que no contaminan con su carácter y por ello proporcionan un ambiente sano para ellos y para las personas que están a su alrededor.
 ¿Qué sería anti –ecológico en una persona? Todo pensamiento, dicho u obra que crea internamente un desequilibrio, una desarmonía, que violenta su paz y su ecuanimidad interna. Todo gesto, palabra u acción que provenga de nosotros y que violenta la paz  del entorno que nos rodea.
 Anti-ecológico es por ejemplo, derrochar energía. Y no estoy hablando de dejar las luces encendidas de toda la casa sino de nuestra propia luz interna, de nuestra propia energía.  Una forma muy usual de derrocharla es a través del habla, al no cuidar lo que decimos. El hablar demasiado cansa. El entrar en cólera y en descontrol crea desarmonía, desequilibra y mina la energía. El hablar sin amor y con agresividad  es como un veneno interior. ¡Cuidado! Hay que pensar antes de hablar. Hay que escoger qué y cómo decir las cosas así como escogemos consumir frutas frescas y no podridas. Hay que escoger no hablar demasiado, ni muy alto, así como escogemos no comer en exceso por cuidar nuestra salud y silueta.
 Existen muchos refranes que nos advierten y aconsejan sobre este tema. Algunos muy conocidos como: “El que mucho habla, mucho hierra” o  “el pez por la boca muere”. Crecimos oyéndolos y a pesar de ser tan antiguos, siguen estando vigentes en nuestra sociedad.
 No podemos obviar recalcar lo anti-ecológico que es el mal uso del habla, como lo son  el quejarse todo el tiempo o el cotillear. Las muecas desagradables o el hablar sarcásticamente son extremadamente dañinas. Todas estas acciones contaminan nuestro ser y el de aquellos que, lo quieran o no, se ven expuestos a ellas.
 El lograr hablar dulcemente, suavemente, con un tono bajo preferentemente, es sano y   tendríamos que hacer “eco” a esto tan “lógico” ya que es lo que permite en nosotros tener el estado natural de paz interna.  Podría ser la clave de la felicidad y de la paz.
 ¿Pero cómo lograr esto en medio de una vida tan ajetreada, rápida, estresante, de la que somos parte y de la que no podemos abstraernos?
 Existe un ejercicio que considero excelente y que puede ser muy útil sobretodo en momentos difíciles.  
Se trata de contestarse tres preguntas con total sinceridad antes de hablar... 
¿Es verdad lo que pienso decir?
¿Es realmente necesario decirlo?
¿Podría herir a alguien, esté o no presente ?

 Si lo que vas a decir no pasa este cuestionario es mejor callar y guardar esta energía.
 Una acción correcta, una mirada noble, una dulce sonrisa, una voz agradable, un rostro radiante, el mostrar respeto, un gesto humanitario, la serenidad, el silencio prudente, son para mi, indicios de un “ser” realmente “ecológico”. Todo esfuerzo que realicemos y cada logro obtenido en este campo nos acercará a un mundo verdaderamente ecológico y no artificial.
 Es un gran avance que hoy en día ya se incluya en los programas educativos el enseñar a nuestros niños a cuidar el planeta tierra.  Pero la “ecología” no puede limitarse a lo externo, debe incluir al ser; debe transformarnos y ayudarnos a inculcar en nuestros niños el “SER ecológicos”. ¿Qué puede haber más importante que lograr formar a las nuevas generaciones  con una educación basada en tal principio? Podemos comenzar a sembrar estas semillas de armonía de tal forma que ellos puedan heredar la cosecha de los ricos frutos de una era de paz.
 Si le damos la debida importancia, sí que podemos.

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